"Mientras que los judíos han conseguido que el antisemitismo sea un delito, los españoles hemos conseguido
que el antiespañolismo (el insulto y la vejación de todo lo español) sea un derecho democrático". (El Filóloco)

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miércoles, 30 de junio de 2010

La Prostitución de 1978 (2) - Los artículos incumplibles (Primera Parte)


"La Constitución de 1978 está muerta y bien muerta".

Inauguramos aquí una serie de artículos que pretenden mostrar cómo la Constitución Española de 1978 es la peor Constitución jamás proclamada a lo largo de la Historia de España y cómo este espasmódico engendro legislativo está conduciendo progresivamente a la completa destrucción de nuestra amada Patria: España (amada sólo para los bien nacidos y odiosa para los racistas y xenófobos nazionalistas que han proliferado en los últimos años como setas venenosas).

Nos centraremos, en primer lugar, en los denominados "artículos incumplibles" y, por supuesto, incumplidos:

Hace años, el conocido dirigente comunista Julio Anguita ya dijo que lo mejor de esta Constitución eran los artículos que nunca se cumplían. Y no le faltaba razón en ello.

Empecemos, pues, por algunos de los artículos de su Título Preliminar y nos centraremos hoy en el artículo 2:

Artículo 2. "La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas."

¿Alguno de ustedes atisba esa "indisoluble unidad" por alguna parte? Porque yo no. ¿Han ejercido la Monarquía y el Gobierno alguna vez sus funciones para propiciar la unidad española? Jamás.

Ambas instituciones han practicado un auténtico laissez-faire ('dejad hacer') en el que cada "ente autónomo" redactaba su propio estatuto separatista y separador, hasta llegar a vomitivos resultados como el actual Estatuto de Cataluña, anteayer mismo declarado "constitucional" en su mayor parte. Una absoluta dejación de poderes por parte de esta Monarquía, que chupa de nuestros presupuestos como un insaciable mosquito, y por parte de los distintos gobiernos -tanto de derechas como de izquierdas- que han ido sucediéndose en comandita en esta farsa de democracia.

Distingue el vomitorio legal, por otra parte, entre "nacionalidades" y "regiones", conculcando el principio de igualdad entre todos los españoles.

¿Qué es una nacionalidad? ¿Qué es una región? "Nacionalidad" es un concepto inventado, ex profeso, para este engendro legislativo. Hasta la edición de 2001, el Diccionario de la Real Academia Española sólo recogía dos acepciones:

1. f. Condición y carácter peculiar de los pueblos y habitantes de una nación.

2. f. Estado propio de la persona nacida o naturalizada en una nación.

En la mencionada fecha, la mencionada institución cultural le añadió dos nuevas acepciones:

3. f. Esp. Comunidad autónoma a la que, en su Estatuto, se le reconoce una especial identidad histórica y cultural.

4. f. Esp. Denominación oficial de algunas comunidades autónomas españolas.

Es decir, la lacaya Academia intentó adaptar la lengua a la política y no se limitó a lo que debiera haber hecho y siempre hizo: describir el uso habitual de la lengua.

La operación de la Academia sería similar a que hoy admitiese el uso de la palabra "miembra", como sugirió la ministra Bobaina Aído. Es decir: la lengua al servicio de los políticos.

En la Constitución no se indica qué distingue una nacionalidad de una región, aunque la intención de los beodos redactores de la misma fue la de considerar "nacionalidades históricas" a aquellas que ya habían sido alguna vez entidades autónomas, como Cataluña y el ¿País? Vasco, entidades que, por otra parte "adquirieron" dicha categoría debido a la violenta presión que ejercieron contra la ridícula II República.

Por tanto, el hecho de que Andalucía adquiriera posteriormente la condición de "nacionalidad histórica" es un sinsentido más, propiciado por esta separadora "Ley de leyes" que, desde que fue engendrada, sólo ha pretendido fomentar la cizaña y la desigualdad entre todos los españoles.

La misma Constitución que, hipócritamente, proclama la "indisoluble unidad de España" es la misma que propicia precisamente su solubilidad, como si de un despreciable e insignificante azucarillo se tratase...

(Continuará...)




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